De dónde vengo y adónde voy

Todos los dibujantes fuimos influenciados por otros dibujantes. De manera directa o indirecta, el trabajo de un artista que capturó nuestra atención dictó el rumbo de nuestro propio trabajo. Es posible ver, en ciertos casos, cómo esas influencias se esconden en nuestros líneas. En este post quiero hablar un poco de ellos. Los trazos de la infancia Akira Toriyama Cualquier niño criado en los 90-00 vio Dragon Ball Z en su televisor, impresionado por esos personajes con pelos tan raros, que parecían salir de la pantalla con sus ondas de energía. Nunca toqué un libro de dibujo en mi vida porque aprendí las proporciones del cuerpo y su musculatura gracias a Toriyama. Mis primeras formas de hacer unos ojos definidos fueron una copia de su estilo, así como también hacer caras rectas para hombres y bordes circulares para mujeres. De grande aprecié con mayor detenimiento sus vehículos, con siluetas reconocibles y a la vez super detalladas. Y en los últimos años, tomé nota de su sentido de la narrativa de aventura y humor, mucho mejor plasmado en Dragon Ball que en Z. Se me hace un nudo en la garganta escribir esta líneas porque de tan solo enumerar todo lo que aprendí, me lamento nunca haber tenido la posibilidad de agradecerle. O’Kif Alejandro O’Keeffe (o más conocido como O’Kif) era uno de los artistas más importantes en la revista infantil argentina Billiken. Ilustró casi todas las tapas y produjo historietas en el período del final de los 90 y principios de los 2000, cuando yo formaba parte de esa joven audiencia cautiva. También dibujó tapas para algunos libros de la autora Elsa Bornemann. Si bien en Billiken han desfilado muchísimos dibujantes durante el tiempo que la leía, fue O’Kif el que más llamó mi atención. Puedo ver que haya inferido en mí de manera subconsciente su estilo, con sus rasgos cuasi realistas. Fue uno de esos dibujantes que me generaba esa pequeña chispa de querer dibujar mis propias tiras. Santiago Dufour y Clemente Montag En el newsletter de una amiga , comentábamos acerca del impacto que han tenido los libros de ilustración infantil en nuestra generación. Y cuando pienso en impacto de la ilustración infantil, pienso en los pequeños cuentos de las colecciones de la otra revista infantil icónica de nuestro país: Anteojito. En 1997, junto a la revista venían estos cuentos con un tamaño no superior al de una lapicera. La gran mayoría de estas historias fueron ilustradas por Clemente Montag, creador de otra de mis tiras favoritas, “Pelopincho y Cachirula”. No copié su estilo, pero sí envidiaba su manera de delinear rápidamente los personajes y el usos de los colores estridentes, algo que en la actualidad valoro en grande. Otro de los dibujantes de la colección era Santiago Dufour, un artista al que pude darle nombre buscándolo para este post. Sus ilustraciones tenían un color mucho más pulido, con una paleta de colores muy amplia. El cuento “La Mochila de Sumatra” era uno de mis favoritos, con una historia de una mochila escolar aparentemente maldita, que cobraba mucha personalidad con los dibujos de Dufour. Al igual que Montag, no copié su estilo pero sí puedo ver cómo me ayudó a caracterizar el mundo que me rodeaba. Hugo Scecs Rememorando un poco más, me topé con mis dibujos favoritos en otra colección de Anteojito: “El Libro de Las Maravillas”. Era un fascículo que se completaba con stickers autoadhesivos, mostrando un recorrido visual por variadas temáticas: fotografías del mundo, culturas, curiosidades, esculturas, etc. En las hojas de mitología, las texturas de los lápices le daban vida a impresionantes figuras de leyenda. “Scecs” rezaba una firma debajo del imponente de dragón y así es como hoy pude encontrar al autor de estas tremendas ilustraciones. Hugo Scecs formó parte de la galería de dibujantes de la revista Anteojito y ofrecía dibujos con líneas sugeridas, pero potentes figuras. No lo sabía en ese momento, pero sería el tipo de estilo al que quiero acercarme hoy. Estoy cambiando las líneas gruesas por las líneas de lápiz, donde se pone más en juego el contraste de colores y las siluetas. Las pinceladas del hoy Actualmente tengo bien delineado el estilo de dibujo que quiero lograr. En el presente, son muchos los artistas a los que miro con atención, escucho y admiro para aprender. Estampita Ya hablé de ella en mi post anterior sobre el estilo que aspiro, pero tengo que mencionarla otra vez porque es una guía importante. Hay algo de cómo abstrae las personalidades de los personajes en cada dibujo que me resulta asombroso. Puedo jactarme de que tenemos contacto directo y siempre está dispuesta a aconsejarme, y aún así siento que estoy a años luz suyo. Sea como sea, su estilo es tan llamativo como único. Quiero seguir nutriéndome del dinamismo que impone en sus ilustraciones. Gabriel Picolo Artista brasileño que cobró mucha popularidad con sus dibujos de los Teen Titans, inmersos en escenas casuales, es otro de los que más observo actualmente. Incluso cuando dibuja personales reales (como la ilustración de Last of Us), mantiene su originalidad, algo que es muy difícil de lograr. Soy particularmente fanático de su manera de hacer los ojos, además de que la decisión de hacer líneas semi rectas, es una de mis elecciones favoritas. Audrey Mok Mok es una artista hongkonés, mayormente dedicada a la industria del comic estadounidense. La descubrí de casualidad hace varios años y cuando vi sus artes de tapa por primera vez pensé: “así quiero hacer las caras”. Al igual que Picolo, me gusta cómo dibuja las miradas y trato de emular ese estilo. Usa líneas finas y sus caras no tienen demasiados detalles, priorizando la simpleza y haciendo más foco en las expresiones corporales. Es un nivel de abstracción que parece fácil, pero sólo se logra con trabajo constante. Matías Bergara Creerán que exagero pero para mí, no hay nadie con el estilo del uruguayo Matías Bergara en la industria. Su uso de
Where I come from and where I’m going
Every illustrator has been shaped by others—directly or indirectly. The work of an artist who captured our attention steered the course of our own craft. Sometimes, you can even see those influences hidden in our lines. In this post, I want to talk a little about them. The Strokes of Childhood Akira Toriyama Any kid raised in the ’90s or 2000s saw Dragon Ball Z on their TV, mesmerized by those spiky-haired characters whose energy waves seemed to burst through the screen. I never picked up a drawing manual in my life because I learned body proportions and musculature from Toriyama. My first attempts at defined eyes were straight copies of his style, just like how I drew sharp angles for men and soft curves for women. As I grew older, I came to appreciate his vehicles—recognizable yet intricately detailed. And in recent years, I’ve studied his mastery of adventure and humor, better captured in Dragon Ball than in Z. Writing these lines tightens my throat because just listing everything I learned from him makes me wish I’d had the chance to thank him. O’Kif Alejandro O’Keeffe (better known as O’Kif) was one of the most prominent artists in Billiken, Argentina’s iconic children’s magazine. He illustrated nearly every cover and created comics in the late ’90s and early 2000s—back when I was part of that captive young audience. He also drew covers for some of Elsa Bornemann’s books. Though many illustrators passed through Billiken during my time as a reader, O’Kif stood out the most. I can see now how his quasi-realistic style seeped into my subconscious. He was one of those artists who sparked that little urge in me to draw my own comics. Santiago Dufour & Clemente Montag In one of a friend’s newsletter, we discussed the impact of children’s illustration books on our generation. And when I think of that influence, I think of the tiny stories from Anteojito, another legendary kids’ magazine in our country. In 1997, the magazine included the tales pictured above, which weren’t taller than a pen. Most were illustrated by Clemente Montag, creator of one of my favorite strips, Pelopincho y Cachirula. I never copied his style, but I envied how effortlessly he outlined characters and used bold colors—something I deeply admire today. Another artist from that collection was Santiago Dufour, whose name I only learned while researching for this post. His illustrations had a polished, vibrant palette. La Mochila de Sumatra (The Backpack from Sumatra) was one of my favorites—a story about a seemingly cursed backpack that came alive through Dufour’s art. Like Montag, I didn’t replicate his style, but his work helped me visualize the world around me. Hugo Scecs Digging deeper into memory, I rediscovered my favorite drawings in another Anteojito collection: El Libro de Las Maravillas (The Book of Wonders). It was a sticker album book offering a visual journey through different themes—world photography, cultures, curiosities, sculptures, and more. In the mythology section, pencil textures breathed life into legendary figures. “Scecs” was the signature beneath a towering dragon—and that’s how I found the master behind these breathtaking illustrations. Hugo Scecs was part of Anteojito’s roster of artists, delivering drawings with suggested yet powerful lines. Back then, I didn’t realize it, but his style is one I aspire to today. I’m trading thick outlines for pencil strokes, where color contrast and silhouettes take center stage. The Brushstrokes of Today Now, I have a clear vision of the style I want to achieve. Today, there are many artists I study, listen to, and admire. Estampita I’ve already talked about her in my last post about my artistic aspirations, but I have to mention her again—she’s a guiding light. There’s something about how she distills characters’ personalities into each illustration that leaves me in awe. I’m lucky enough to have direct contact with her, and she’s always willing to advise me—yet I still feel light-years behind. Her style is as striking as it is unique. I want to keep learning from the dynamism she brings to her art. Gabriel Picolo This Brazilian artist gained massive popularity with his Teen Titans illustrations, immersing them in casual, slice-of-life scenes. He’s another one I closely study today. Even when drawing realistic characters (like his Last of Us piece), he retains his originality—something incredibly hard to achieve. I’m especially drawn to how he renders eyes, and his choice of semi-straight lines is one of my favorite techniques. Audrey Mok Mok is a Hong Kong-based artist, mostly working in American comics. I stumbled upon her years ago, and the first time I saw her cover art, I thought: That’s how I want to draw faces. Like Picolo, I love how she captures gazes and try to emulate that style. She uses fine lines, keeping faces simple while emphasizing body language. It’s a level of abstraction that looks effortless but demands constant practice. Matías Bergara You might think I’m exaggerating, but to me, no one in the industry draws like the Uruguayan artist Matías Bergara. His watercolor work is masterful, and his characters lean into caricature with exaggerated features—giving his art a universal appeal. His sweeping watercolor blends and textured brushstrokes are unmistakable. His outlines are simple or implied, much like Hugo Scecs’. Every piece he creates leaves me dazzled, and I aspire to evoke that same reaction with my own work. Drawing Toward Tomorrow While writing this post and spending hours researching these names, I connected the dots between my childhood influences and what I do today. I see traces of what these illustrators imprinted on me, and in a way, it feels like closing a circle—their work shaped my artistic compass. I don’t dare compare myself to any of them, but I do want to thank and honor them the only way I know how: by drawing. Links:
La genésis de mi novela gráfica

Read this post in English Diego Agrimbau es un premiado y reconocido guionista de historietas argentino. En el 2020, después de un fallido intento por falta de cupos, pude inscribirme a su taller de guión de historieta. El primer año se centró en los fundamentos del guión, mientras que el segundo profundizó en el análisis grupal de los proyectos de cada alumno. Fue allí donde una idea tomó forma definitiva. EL GERMEN DE LA HISTORIA Uno de los primeros ejercicios, era pensar en lo que Agrimbau llama “absolutos”. Esto consiste en un concepto llevado al extremo y germinar una idea a partir de ello. Por ejemplo, “un mundo donde nadie sabe leer” o “todos pueden volar salvo una persona”. En este ejercicio afloró una idea en la que quise poner el foco: “siempre que te enamoras, dejas de existir”. La primera sinopsis, bajo el nombre provisorio de AMOR, fue la siguiente: En una sociedad donde enamorarse significa, literalmente, suicidarse; un grupo de jóvenes intentará encontrar a la persona que se enamoró y (sobre)vivió para contarlo. Esta idea me cautivó tanto, que fue la que elegí para convertir en novela gráfica en el segundo año de cursada. Esa es la historia que les quiero contar hoy. UN REINO DE OPRESIÓN En el reino de Sinelumih, existe una ley implementada por El Rey: los únicos vínculos posibles son los matrimonios heterosexuales y sólo con fines reproductivos. Los hijos varones formarán parte del Ejército real y así, entrar en consideración para ser heredero del Rey. Quiénes vayan en contra de estas normas, son marcados en su mano y condenados a prisión. “Los Marcados” son socialmente excluidos de Sinelumih. Esta es la ley y el pueblo la acepta, porque es lo único que conocen. ¿Pero qué tipo de personajes pueden chocar contra este orden establecido? KLARA Originalmente concebida como Clara, estudiante de Filosofía y Letras en una versión ficcionalizada de Buenos Aires, evolucionó a Klara, una joven tabernera de Sinelumih. Su esencia, a pesar de los cambios, permaneció intacta: es compasiva, curiosa y movida por el deseo de ayudar a los demás. Klara es el ancla de esta historia. A través de ella conocemos el reino de Sinelumih, los límites a cruzar y el presente en el que vive. Dibujarla fue un desafío: pensaba mucho en la calidez e inocencia que quería transmitir con Klara, así que la dibujé miles de veces en variados estilos, tratando de encontrar su versión definitiva. VERA Pero Klara no está sola en esta historia. Acá es cuando entra Vera, una mercader. Desde el comienzo del proyecto que la identifiqué como una comerciante nómade, la imaginaba con un carro grande yendo de pueblo en pueblo, ofreciendo sus productos. Su conocimiento del mundo exterior la hace más cauta y menos idealista. Las dos saben que una va a estar cuando la otra no pueda, eso crea un lazo muy fuerte entre ellas. Cuando las dibujé a ambas, le añadí a Vera unas manos ligeramente mágicas para enfatizar su conexión con lo sobrenatural, aunque su verdadero poder es su astucia. Vende pociones mágicas —algunas destinadas a soportar matrimonios infelices—, lo que la acerca a Klara en un vínculo de complicidad. FERING Originalmente un tercero en discordia, Fering surgió como un amorío para Klara, un mero acompañante que carecía de fuerza argumental. No me generaba ningún tipo de interés escribir sobre él y hasta pensé en borrarlo del guión. Un día, mirando Sex Education, el personaje de Adam me ayudó a reinventarlo. ¿Y si Fering desafía su destino? ¿Qué pasa si quiere ir en contra del Reino? Ahí supe que Fering había cobrado vida y tridimensionalidad. Su conflicto interno, entre el deber y el deseo, lo convierte en un catalizador para el cambio. Fering es el caballero más importante del ejército real y el preferido de El Rey, tanto que va a ser nombrado heredero a la corona. A pesar de eso, Fering rechaza por completo ese designio: él siente que aún tiene que encontrarse así mismo y por ese motivo, abandona el Reino. Una vez que empaticé con Fering, sentí que la historia había empezado a caminar sola. Estos tres personajes iban a trazar su propio camino e iniciar una búsqueda de identidad. Quizás, entre los tres, cambien el destino de Sinelumih. EL ESTILO DE DIBUJO Teniendo tres personajes bien definidos, aún faltaba delinear el estilo de dibujo que podría acompañarlos. Diego Agrimbau me sugirió tanto el estilo de Estampita (amiga y una de mis referentes) como el de Gastón Pacheco, en tono parodia del género medieval, pero sin perder la aventura y dinamismo. Sin embargo, mi tendencia natural hacia el realismo me llevó a buscar un equilibrio. No es que el estilo de Estampita no me guste, sino que no me fluye de manera orgánica. Esta semana me tomé el tiempo de ensayar una voz visual propia, respetando mi historia y sin tener que forzar un estilo ajeno. UN UNIVERSO POR EXPLORAR Quedan personajes que aún no les presenté, detalles finos por pulir y decisiones importantes por tomar (como la posible inclusión de un cuarto personaje nuevo). El significado de los nombres de cada uno, los simbolismos y el destino de Sinelumih siguen en construcción. En diferentes entregas voy a ir compartiendo este proyecto en crecimiento, pero me encantaría leerlos a ustedes. ¿Qué les causan los personajes? ¿Qué piensan que va a pasar? ¿Qué preguntas les surgieron?. Acompáñenme en este proceso creativo lento pero muy apasionado. Juntos vamos a descubrir adónde nos llevan la búsqueda de estos personajes.
the birth of my graphic novel

Diego Agrimbau is an award-winning Argentine comic book writer. In 2020, after a failed attempt due to limited slots, I finally enrolled in his comic scriptwriting workshop. The first year focused on foundational techniques, while the second delved into group critiques of each student’s project. It was there that an idea took its final shape. The Seed of the Story One of the first exercises involved what Agrimbau calls “absolutes”—concepts pushed to their extreme to spark ideas. Think “a world where no one can read” or “everyone can fly except one person.” From this exercise emerged the premise I became obsessed with: “Every time you fall in love, you cease to exist.” The first draft, tentatively titled LOVE, read:“In a society where falling in love literally means committing suicide, a group of young people will search for the one person who loved… and survived to tell the tale.” This idea captivated me so deeply that I chose to develop it into a graphic novel during the workshop’s second year. And that’s the story I want to share with you today. A Kingdom of Oppression In the realm of Sinelumih, the King enforces one unbreakable law: the only permitted bonds are heterosexual marriages for reproduction. Sons are drafted into the Royal Army and groomed as potential heirs. Those who defy these rules are branded on their hands and cast out as “The Marked.” Imprisoned or exiled, they’re shunned by society. The people accept this order—because it’s all they’ve ever known. But what happens when certain souls dare to challenge it? The Characters: Rebels of Sinelumih Klara: The Girl Who Questions Everything Originally named Clara—a Philosophy and Literature student in a fictionalized Buenos Aires—she evolved into Klara, a tavern girl in Sinelumih. Yet her core remained unchanged: compassionate, curious, and driven by a need to help others. Klara is the story’s anchor. Through her eyes, we see the kingdom’s injustices and the lines waiting to be crossed. Drawing her was a challenge. I sketched her a thousand times in different styles, chasing the perfect balance of warmth and innocence. Vera: The Cynical Merchant Klara doesn’t walk alone. Enter Vera, a nomadic trader. From the start, I pictured her with a massive cart, peddling wares from town to town. Her knowledge of the world beyond makes her sharper and less naive than Klara. Their bond is unshakable—they’re each other’s safety net. When I drew them, I gave Vera faintly magical hands to hint at her supernatural ties, though her real power lies in her street smarts. She sells potions (some to numb the pain of arranged marriages), a trade that forges her alliance with Klara. Fering: The Reluctant Heir At first, Fering was just a love interest for Klara—a flat, forgettable side character. I even considered cutting him entirely. Then, while watching Sex Education, Adam’s character inspired a reinvention. What if Fering defied his fate? What if he rebelled against the Crown? Suddenly, he had depth. His conflict—duty versus desire—turned him into a catalyst for change. Fering is the King’s favorite knight, the chosen heir. But he rejects it all. He flees, desperate to find his true self. Once I understood him, the story began writing itself. These three characters would carve their own path, a quest for identity that might just reshape Sinelumih’s destiny. The Art Style Dilemma With the characters defined, I faced another hurdle: the visual style. Agrimbau suggested styles akin to Estampita (a friend and artistic reference) or Gastón Pacheco—playful, medieval-inspired parody without losing adventure’s thrill. But my natural inclination leans toward realism. It’s not that I dislike Estampita’s style; it just doesn’t flow organically for me. This week, I experimented to find a middle ground—a visual voice true to my story, not forced into someone else’s mold. A Universe Unfolding There’s still so much to explore: characters yet to be introduced, finer details to polish, pivotal choices (like adding a fourth protagonist). The symbolism behind their names, the lore of Sinelumih—it’s all a work in progress. I’ll share this journey piece by piece, but I’d love to hear from you. What do you think of these characters? Where do you see their story heading? What questions do you have? Join me in this slow but passionate creative process. Together, we’ll discover where Klara, Vera, and Fering’s rebellion leads.
hobby illustration vs. product illustration
This post has been originally written in Spanish for my Substack newsletter on February 2025. Since around 2018, I’ve been attending illustration fairs—sometimes as a participant, other times just to browse (“in civilian clothes,” as I like to say). At every one of these events, you can wander through aisles of artists selling all kinds of products featuring their own artwork. Whether it’s fan art or original characters, I see them printed on an endless array of objects: mugs, keychains, charms, glasses, earrings, stickers, prints, blankets, notebooks, notepads, and a long list of etceteras. I AM AN ARTIST THAT PRODUCES The process of preparing an item to display before thousands of people by a specific deadline is anything but simple. The first step is deciding what the illustration will be and where it’s meant to go. A drawing for a paper print isn’t the same as one for a mug or a tote bag. There are countless variables to consider, but above all, you have to think like a designer (or pretend to be one): composition, readability, whether the focus should be on the text or the artwork, whether to omit text entirely, whether the colors will translate well to the chosen medium, and so many other “what ifs.” After endless drafts and settling on a final design, you have to find the right supplier to bring your vision to life. Whether it’s acrylic manufacturers, companies that hand-paint pins, or print shops that handle paper goods, each supplier must be thoroughly researched, vetted through fellow artists, and subjected to exhaustive price comparisons. Once you’ve chosen one, you have to prepare the file for production—CMYK or RGB color profile, vector-based Illustrator files or layered Photoshop documents, transparent PNGs or flat-background JPGs, whether the dimensions fit the supplier’s printing matrix or if you need to account for a “safe zone” for cutting. At this point, you’d think all the hurdles have been cleared—but the production process isn’t over yet. You still have to pick up the printed product and check if it looks the way you imagined, keeping in mind there’s at least a 30% chance it won’t. And let’s not forget the possibility of defective items! Even then, the event date hasn’t arrived, so now you have to prep everything: trimming, rounding edges, sorting by color or theme so they’re easy to find when someone decides to buy them. And if you don’t finish in time? Chances are, on the day of the event, you’ll be backstage frantically cutting with a pair of kids’ scissors. I could go on about everything that can go wrong—and I haven’t even touched on the day of the event itself—but you can probably imagine that if you’re exhausted just reading about the process, living it is twice as draining. All of this is just to create a product featuring an illustration. But what’s the process for drawing just for fun? You pick up your tool of choice… and that’s it. The end. Nothing more. I AM AN ARTIST WHO BURNS OUT When I described the journey of creating an object, you might have noticed I used a lot of production-related terms—as if artists were meant to be tiny walking factories. Supplier, layout, quality control, packaging—these words drag us into an extremely capitalist approach to drawing. But drawing is an art. Why must we kneel at the feet of the goods-production machine? Artists shouldn’t have to be factories. They just want to be. Period. I dare you to ask any artist in your circle whether they’d rather draw freely or assemble a pin with their artwork. The pre-event ritual isn’t just about production or restocking—it’s also about watching thousands of peers on social media, stressed and exhausted, juggling multiple tasks, brainstorming new designs (it’s not even “drawing” anymore, now it’s “designing”), or scrambling to find a new supplier because their usual one jacked up prices. Doesn’t that sound exhausting? I’d even go so far as to say demoralizing. I AM AN ARTIST-TURNED-PRODUCT I’m not criticizing fellow artists who engage in what I call “product illustration”—they do it because, at the end of the day, we all live in the same society. We have to produce to earn money, and with that money, we eat (and reinvest in new products). Not everyone has a side job, and it’s very likely that their only income comes from selling merchandise featuring their art. You have to brainstorm and offer new products every month or every event to make enough profit to cover daily living expenses. I’d bet anything that everyone wishes they could break free from this cycle—but they can’t. I have to eat, and so, I have to produce. The point of these words isn’t to attack my peers but to make it clear that any artist, illustrator, designer, or ceramicist trying to make a living from their craft is also just trying to survive on planet Earth. And in that grueling production process, buried deep beneath it all, they’re leaving a piece of themselves behind. Production days are long, and every item is made with attention and care. Know that we display them with love and high hopes—for you, future customers, and a little bit for ourselves, too. I always hope that at least some of that love shines through in what I’ve made, that you can see beyond just a cute little drawing on a print. Behind that endless production journey is a sleep-deprived person who desperately wants you to appreciate their work. And in the end, when we manage to carve out a sliver of time between all that production, we do what we know best: we draw. But now, I’m not drawing for a customer. I draw for leisure. I draw to rest. I draw to be. I draw for myself.
El detrás de escena de mis stickers argentinos

Los primeros posts de mi newsletter se enfocaron en la reflexión y pensamientos sobre el dibujo. Hoy quiero ir a algo más concreto: el proceso creativo. Dentro de todo el abanico de vertientes posibles del dibujo, una de mis favoritas es tener una mesa en eventos de ilustración. Este fin de semana pasado fue mi primera vez en Feria Pegajosa, feria que se realiza periódicamente desde el 2022. Me anoté en el mes de febrero y en los últimos días de ese mes, me confirmaron el lugar en la feria. Eso significaba una cosa: tenía exactamente un mes para prepararme. Teniendo ya el horizonte claro de la fecha límite, había estado pensando qué dibujo podía llevar para exponer o qué podía crear para convertirlo en un nuevo producto. Debía contemplar, en ambos casos, los tiempos de impresión y eso acotaba aún más mi tiempo disponible para idear y concretar. Entonces ¿qué podía hacer? ¿cuántos problemas tendría que resolver? Problema uno: un mes para crear algo desde cero Ya venía barajando dos temáticas que quería encarar desde un enfoque cultural, el fútbol y Argentina. El primer tema fue rápidamente descartado porque no sabía qué tan vendible era algún producto con ese tópico y qué podía dibujar que fuera accesible para cualquier público, así que opté por ilustraciones temáticas de mi país. Para comenzar con algo que dispare ideas, entré a Pinterest e ingresé REPÚBLICA ARGENTINA en el buscador. Scrolleando a través de imágenes de figuras históricas, fotos icónicas y mapas nacionales, encontré una imagen que me cautivó: La textura de líneas y la disposición de los elementos, en conjunto con la paleta de colores acotada, me llamaban de una manera poderosa. Sentía que iba a hacer stickers argentinos, pero no tenía mucho tiempo para bocetar y concretar, así que tenía que simplificar lo más posible el dibujo. Entonces recurrí a lo que cualquiera hace para ordenarse: una lista de ideas. La primera limitación era el tiempo y la segunda limitación eran las medidas del producto. Sin ahondar en detalles de gastos económicos, la plancha de stickers debía ser de 12cm x 18cm y, armando una primera plantilla en Photoshop, los calcos ocuparían 4cm o 5cm. Imprimí (en mi impresora a cartucho) las dos opciones para visualizarlas. Ahora tenía resuelto el listado y las medidas: sólo 6 dibujos que ocuparían 4cm, ya que este tamaño permitía bastante espacio entre las ilustraciones. Para este punto ya sabía que iban a ser dibujos en blanco y negro, puesto que al ser con una paleta acotada, el color se lo iba a dar digitalmente para agilizar el proceso. Busqué imágenes de referencia y empecé a dibujar, sin detenerme demasiado en detalles o que sean ilustraciones exactas. Me impuse no hacer más de 3 versiones de cada dibujo. Pueden ver en mis dibujos que los feché y que los dibujé en el lapso de tres días. También pueden ver que hice una segunda versión de la cabeza del hornero, ya que no me convencía la silueta; una anotación para ajustar de manera digital el dibujo de Maradona y una segunda versión del Sol de Mayo (quizás el que más dudas me traía para traducir a mi estilo). Sorteé las pequeñas dificultades y avancé a la próxima etapa: maquetarlos digitalmente. Problema dos: el efecto estampilla Sumé más referencias de estampillas ya que necesitaba decidirme sobre las tipografías a usar y cuál o cuánto texto agregarles. Una de las referencias en particular fue la brújula a seguir. Encontré la tipografía de “REPUBLICA ARGENTINA” y la usé para lo que fuera a poner en la estampilla y, como era de esperarse, surgió otro obstáculo: ¿puedo reproducir la textura de estampilla?. Los dioses de internet fueron generosos y pude encontrar una publicación de un sitio, que compartía archivos para lograr el efecto que buscaba, acompañados de un detallado tutorial. ¡Alabada sea Internet! Una vez más, otra pregunta amenazaba mi proceso creativo: ¿tendrían que ser todas las estampillas en tonos azules como la referencia? Si hay algo que aprendí en estos años dibujando es que no tenemos que morir con la referencia, sino usarla de base para explorar nuestras propias opciones. Rigiéndome por ese principio, le dí un color distinto a cada dibujo, tratando de que se mantenga una armonía al plasmarlos a todos dentro de la plancha. Con un gran alivio, procedí a la recta final de este camino. Problema tres: que la plancha no compita con los stickers Las estampillas ya tenían su versión final, así que era hora de diseñar la plancha donde se ubicarían. Tenía que pensar un título y no olvidarme de dejar mi nombre y arroba de redes sociales. El texto del encabezado vino fácil, pero lo que fue dificultoso era elegir una tipografía apropiada. La argentinidad siempre me remite al fileteado porteño, a lo clásico y tradicional, así que busqué tipografías vintage pero que también sean legibles. Mi favorita es Cooper Black, pero no terminaba de convencerme. Buscando y probando en MyFonts, llegué a Store Clerk JNL Solid. Sorteado el obstáculo de la tipografía de la plancha, tenía que diseñar la última pieza restante, el fondo dónde se posarían los stickers. Me gustan mucho las texturas, pero esto sobrecargaría a los dibujos que ya poseen varias de estas. Para resolver rápido, me pareció armar una suerte de motivo encadenado, con las mismas estampillas detrás de los calcos, con un tono más claro para que no perdieran protagonismo. Y al fin, después de tantas preguntas a resolver y cuestiones sobre las que decidir, envié el diseño definitivo a la gráfica (¡al día siguiente que dibujé el Sol de Mayo!). A cruzar los dedos. De la gráfica a la mesa de una feria Unas semanas después, los stickers llegaron a mis manos y la felicidad era completa. La plancha llegó a mi mesa de Feria Pegajosa y, aunque los nervios siempre están presentes, ver el resultado físico después de tantas horas de trabajo fue
Trazos de una identidad

Read this post in English Si hay algo que una persona dedicada a una profesión artística quiere hacer antes que nada, es definir una identidad. Hay que buscar una voz, ese no se qué que nos haga decir “este soy yo”. En otro post me detendré específicamente sobre lo que llamamos estilo, pero antes quiero ahondar en esta pregunta: ¿con qué palabra nos definimos? Creo en el poder de las palabras y la potencia de sus significados, por lo que encarar esta tarea de simpleza aparente es, en realidad, un cometido complejo. El borrador Entre los 10 y 12 años, yo era una de las sensaciones de la clase. No me refiero a que era “popular”, sino que todxs querían leer mis historietas. Dibujaba mucho en mi casa y creaba una gran variedad de personajes para mí, pero en un momento me pareció buena idea crear una historia de acción y aventura que involucraba versiones ficcionalizadas (y superheroicas) de mis amigos de clase. Uno o dos años después, quise hacer algo más en tono de la adolescencia temprana que vivía y se me ocurrió dibujar una historieta donde aparecían todos mis compañeros y compañeras en clave rom-com. Eran tiras con enredos, relaciones románticas y sobre todo, mucho humor. Como un lápiz con punta gastada, se esbozó en mí la palabra dibujante, esa palabra que usaba mi clase para definirme a mí y lo que también entendían sería mi futura carrera. Borrando con el codo Sin embargo, la vida tenía otros planes. Llegados los 18, aprendí que no podía dibujar para vivir así que tenía que buscar una carrera seria y un trabajo de oficina serio. Dibujar estaba atado a una faceta infantil y eso no está bien visto en el mundo adulto. Y si bien hice lo posible por ocultarlo, en el fondo de mí, subrayaba con fuerza una idea: quería ser historietista. Tanto la palabra dibujante como historietista, me generaban calidez y una cercanía con esa futura audiencia de mis páginas. Atesoré esos vocablos sabiendo lo que significaban para mí. Más o menos cinco años después, con un trabajo serio y una carrera seria, creía estar encaminado en la vida adulta. Por supuesto que no era así, porque los gritos de mi lado artístico me estaban dejando sordo. El acceso ilimitado a internet me hizo conocer un mundo nuevo; existían personas que podían vivir de sus dibujos. Pero ya no le decían dibujos, le decían arte y no eran historietistas o dibujantes, eran artistas. En ese momento (y también un poco ahora) la palabra arte era lejana para mí. Siempre la creí referida a la alta sociedad que no pertenecía, a los cuadros de pintores europeos que no entendía y a los movimientos artísticos que ignoraba. Pero tomar prestados esos términos le daban cierto prestigio al oficio de dibujar, sonaban más alineados al mundo adulto y menos en conexión con el plano de la infancia. Aún no me definía como tal, pero suponía que esas eran las palabras indicadas a tomar. Delineando los bordes En este último período, terminé por adoptar y definirme como artista en diferentes rincones de la web. Un poco porque me parecía un término que englobaba varias aristas que son de mi interés y otro poco porque muchos autorxs de historieta del mercado internacional lo usan para presentarse. Me defino también como ilustrador, que no sólo contiene el prestigio de la palabra artista, sino que apunta específicamente al oficio del dibujo. Tanto artista como ilustrador son cognados, así que además de lo mencionado, resultan muy convenientes para personas que me lean en otro idioma. Ambos términos se plasman como un pincel de punta fina, con delicadeza, pero que no permite desplegar toda la fuerza del mismo. Y si bien me gustan los pinceles finos, tampoco me termino de sentir a gusto con ellos. Detalles y texturas En los últimos años fui aprendiendo y refinando mis conocimientos sobre el dibujo, los movimientos artísticos, las herramientas de trabajo y otras cosas más, a la par que fui definiendo con un trazo grueso mi manera de ver el mundo. Reflexiono sobre las estructuras que adoptamos de otros países, las necesidades propias de este oficio en nuestro ámbito local y un posible futuro a bosquejar en el contexto que nos encontramos. Me quiero alejar de la pomposidad o romantización de este oficio, quiero acercarme a las personas. Quiero acercarme a la crudeza de un lápiz roto, a la dificultad de conseguir un papel texturado. Quiero expresarme de la manera más auténtica posible. Recordé esa palabra que tanto atesoré y que ahora puedo resignificar. Ser dibujante es una afirmación de mi principios. Francisco Solano López era la persona que le daba vida a los escritos de Hector Oesterheld en El Eternauta, la historieta (y no novela gráfica) más emblemática de Argentina. ¿Saben cómo lo define Wikipedia? Como dibujante. El boceto final Cuando comencé a tomarme con más seriedad este camino del dibujo, me propuse un objetivo claro: quiero llevar mis historias al mundo. Quiero contar y ser leído, que me cuenten qué cosas les gustaron, qué cosas no y cuáles lxs hicieron reflexionar. Y si bien la inmediatez de internet supone un acercamiento a la audiencia, en realidad se siente como tener un megáfono apagado. Abrazo la intimidad de la relación con futuros lectores. Pocas cosas disfruto más que cuando alguien me dice que le gusta lo que hago o que ansía ver lo próximo que vaya a crear. Definirme dibujante me acerca a ese afecto que busco originar y a su vez sea transformado por el otro. En un mundo donde todo es volátil, donde las palabras se las lleva un scroll hacia arriba y las redes son más algorítmicas que sociales, busco generar ese espacio que retroalimente mi impulso creativo. Así como cuando se armaba un círculo en mi mesa del aula a los 10 años, al momento de traer una historieta nueva, quiero esa calidez del ida y vuelta auténtico con mis seguidores. Con un lápiz
ilustración ocio vs. ilustración producto

Desde más o menos el 2018 que asisto a ferias de ilustración, ya sea como participante o para pasear (“de civil”, como me gusta decir a mí). En todas ellas se pueden recorrer pasillos de artistas que venden todo tipo de productos con ilustraciones de su autoría. Ya sean dibujos fan art o con personajes propios, los veo plasmados en una infinidad de objetos o artículos: tazas, llaveros, charms, vasos, aros, stickers, láminas, frazadas, cuadernos, anotadores y una larga lista de etcéteras. ¿Ya vieron qué tiernos son los charms? Soy un artista que produce El proceso para preparar un objeto y exponerlo ante miles de personas en una fecha determinada no es para nada sencillo. Como primer paso hay qué pensar cuál va a ser la ilustración y hacia dónde va a ir. No es lo mismo un dibujo para una impresión en papel, que para una taza o una totebag. Se consideran bastantes variables pero principalmente se diseña (o se pretende ser diseñador): se piensa una disposición, se contempla el sentido de lectura, si el foco de la atención va a estar en el texto o en el dibujo, si directamente no tenga texto, si los colores son traducibles al tipo de producto donde se estampe y muchos más “si”. Luego de infinitos borradores y elegir el diseño definitivo, se debe conseguir el proveedor que va a llevar a cabo el objeto que planeas. Ya sean fábricas de acrílico, empresas dedicadas a pintura manual de pins o gráficas que realicen impresiones en papel, todos esos proveedores deben ser investigados, consultados con otros colegas y deben haber pasado una exhaustiva comparación de precios. Una vez elegido el proveedor, se debe preparar el archivo a ser enviado para producción. Que si es en perfil de color CMYK, RGB, que si está en formato Illustrator con vectores o en Photoshop con capas, que si es sólo un .PNG con transparencia o un .JPG con fondo plano, que si el tamaño entra en la matriz del proveedor para impresión o si hay que considerar una “zona segura” de corte. A esta altura, se pensaría que todos los obstáculos ya fueron sorteados, pero este proceso de producción aún no ha terminado. Queda pendiente ir a retirar el producto impreso y comprobar si se ve como lo imaginabas, teniendo en cuenta que hay por lo menos un 30% de chances de que no sea así. ¡Y no olvidemos que puede que haya algún producto con falla! Aún así, al llegar a este punto del recorrido todavía no es la fecha del evento, así que hay que preparar toda la producción: recortar, cortar bordes innecesarios o darles forma redondeada y ordenar por color o motivo para ser fácilmente “encontrables” al momento de que alguien decida llevárselos. ¿Y si no se llega a preparar a todos los productos? Bueno, más que seguro el mismo día del evento estarás tras bambalinas recortando con una tijera para niños. Podría extenderme más en todo lo que puede salir mal y ni siquiera mencioné el día del evento, pero se podrán imaginar que si se cansaron de tan sólo leer el proceso, vivirlo en carne propia es el doble de agotador. Todo esto conlleva concebir un producto con una ilustración, ¿pero cuál es el proceso de un dibujo por ocio? Tomás tu herramienta elegida para ilustrar… y ya. Fin. No hay más. Soy un artista que se desgasta Cuando relaté el camino de creación de un objeto, notarán que usé muchas palabras propias de producción, como si los artistas debieran ser pequeñas fábricas andantes. Proveedor, disposición de elementos, control de calidad, empaquetado son palabras que nos llevan a un ángulo extremadamente capitalista del dibujo. Pero el dibujo es un arte ¿por qué tenemos que rendirnos ante los pies de la máquina de producción de bienes? Los artistas no deben ser fábricas, sólo quieren ser. Punto final. Los desafío a que le pregunten a cualquier artista que tengan entre su círculo de conocidxs, si prefieren dibujar porque sí o armar un pin con su ilustración. El ritual previo a todos los eventos de ilustración no es sólo el momento de producción o re-stock, sino también el ver a miles de colegas en sus redes sociales estar estresados y cansados por tener que hacer varias cosas a la vez, tener que pensar un diseño nuevo (ya ni siquiera es dibujo, se habla de diseño) o tener que buscar un proveedor nuevo porque el que venían utilizando disparó sus precios. ¿No se siente cansador? Incluso me atrevería a decir desmoralizante. Soy un artista mercantilizado No cuestiono a lxs colegas que hacen ilustración producto como le llamo yo, lo hacen porque al fin y al cabo todxs vivimos en la misma sociedad; tenemos que producir para tener dinero y con eso, poder comer (y reinvertir en nuevos productos). No todxs tienen un trabajo paralelo “de oficina” y es más que probable que su único ingreso sea vender productos con sus dibujos. Hay que pensar y ofrecer nuevos productos cada mes o cada evento, para obtener ganancias que permitan costear la vida diaria. Apuesto a que todxs quisieran salir de este círculo pero no se puede. Tengo que comer y, por eso, tengo que producir. El propósito de estas palabras no es ir en contra de mis colegas, sino más bien hacer entender que cualquier artista, ilustrador, diseñador, ceramista que intenta vivir de su arte, también intenta vivir en el planeta Tierra. Y en ese largo proceso de producción, en el fondo de todo, están dejando un pedazo suyo. Los días de producción son largos y hay mucha atención y cariño en cada producto. Sepan que los exponemos con amor y mucha expectativa para ustedes, futuros clientes, y un poquito también para nosotros. Siempre deseo que al menos algo de ese amor pueda verse reflejado en lo que producí y que puedan ver más allá de un simple dibujito lindo en una estampa. Atrás de un eterno camino de producción, hay una persona
Coming soon
Photo by Gaelle Marcel on Unsplash Preparando mi próximo newsletter. Stay tuned!